Un día normal.

Me levanto todos los días a las 8 de la mañana.
Tomo unos mates fríos, un vaso de coca cola caliente
y un yogur activia, fumo un cigarrillo y voy al baño.
Tengo que hacer eso porque me cuesta mucho hacer,
y si no hago a la mañana
estoy todo el día pesado.
Siempre me costó hacer, desde chico.
Una vez estuve dos semanas sin hacer.
Mi mamá me llevo al hospital y el medico me dijo,
“sos un poco seco, es normal”.


Entro a trabajar a las diez. Trabajo de cajero en un supermercado.
Tengo doble turno. En total, estoy doce horas adentro del super.
Solo me dan media hora para salir a comer.


A las nueve voy a buscar a mi hijo, a la casa de la madre.
Lo subo al taxi y lo llevo al pelotero.
Lo dejo ahí ocho horas y
en la media hora que tengo libre, entre turno y turno, lo paso a buscar.

Antes lo dejaba en la calesita, pero le hacía mal.
La última vez que lo dejé ahí, estuvo durmiendo tres días seguidos.

El pelotero es el lugar más seguro del mundo.
Aparte es más barato que pagar una niñera
y Fede se divierte mucho más.
Una hora de pelotero está cinco pesos.
Una niñera cobra veinte pesos la hora.
Todas las semanas trato de cambiar de pelotero,
siento que le hace bien cambiar de ecosistema.


***


Salgo del supermercado y paso a buscar a Fede
por “la isla gola-gola”.
Lo subo al taxi y le pregunto si comió algo.
Me dice que un nene le convidó pizza en el pelotero.
Le doy un beso y le digo que lo quiero
y que mañana lo vuelvo a pasar a buscar.
Al taxista le doy la dirección de la casa de la mamá de Fede,
escrita en un ticket, y le pago el viaje.
Cuesta aproximadamente 18 pesos. Pero siempre les doy 20.
Tengo quince minutos para comer algo y volver al supermercado.

Mientras el taxi se aleja, pienso en mi, pienso que soy buena persona
y que algún día algo bueno me va a pasar.
Estoy seguro.

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